Fue mi primer proyecto, justo al lado de la casa donde crecí, finalista en los premios de arquitectura Juan Vidal, mi primer aprendizaje , ilusión y emoción que a día de hoy siento cada vez que paso por delante…
La escuela se concibe como cajas que alojan la música, las cajas provocan la curiosidad, la fuerza de la música se sublimina, ¿ qué ocurre dentro del lugar que las acoge?, cajas esculturales, cinéticas y herméticas a la vez, ¿ qué esconden?…
El transeúnte debe darse cuenta que las cajas albergan músicos y sueños. La escuela debe ser una suma de sentimientos arquitectónicos que albergará sentimientos musicales.
Las cajas de música se adaptan a la topografía existente y quedan, una atrapada por la roca, otra apoyada en ella.
Los estudiantes ensayarán en las aulas de trabajo, aisladas acústicamente, donde el sonido quede amortiguado. Al salir, cuando emergen de sus compartimentos, la mirada alza al vuelo y el oído se descompresiona al encontrarse con el vacío y transparencia del patio, música en las formas, silencio en el vacío.
Un sutil pentagrama te reconduce al acceso del edificio, que se produce entre la escuela y la sala de ensayos para la banda, a través de un nexo de unión totalmente transparente y permeable al patio interior, separando las funciones del edificio hasta el punto de poder funcionar independientemente. La plataforma de acceso al edificio también servirá para aparcamiento momentáneo de vehículo y realizar la carga y descarga de instrumentos a pie llano.
El volumen principal, “atrapado en la roca”, es una caja de piedra totalmente cerrada a la calle y abierta al patio interior, que se acondiciona acústicamente para sala de ensayo.
Un zócalo que aloja las aulas de ensayo individual, el despacho del director, los aseos, el trastero y una aula de solfeo, se cierra también al exterior y se abre a través de un corredor acristalado totalmente al patio, pasillo que en verano se podrá incorporar a éste mediante el abatimiento de sus puertas-fuelle, convirtiéndose en una sala de ensayo al exterior.
La curva que delimita el patio se quiebra y continúa en el interior de la caja de ensayo, dejando una fisura por la que se accede desde el exterior a la sala de almacenaje de instrumentos de madera y metal.
La última caja queda apoyada en el zócalo y en la roca a modo de puente sobre el patio y alojará la otra aula de solfeo y el aula de ballet.
